El precio de quedarse donde estás

Hay silencios que matan más que cualquier palabra.
La vida se detiene en miradas vacías,
en rutinas que parecen cárceles invisibles,
en corazones que laten, pero no sienten.

Quedarse donde estás,
aunque duela menos que arriesgarse,
es elegir un camino de muerte lenta.
Es permitir que el miedo decida por ti,
que el tiempo te consuma sin haber vivido de verdad.

El precio de quedarse es alto:
pierdes tus sueños, tu esencia, tu futuro.
Te conviertes en una sombra de lo que alguna vez soñaste ser.
Y lo más cruel es que nadie vendrá a rescatarte,
porque la llave de esa celda siempre estuvo en tus manos.

A veces, fracasar intentando es menos doloroso
que morir en vida, paralizada,
esperando un cambio que nunca llega.

La pregunta es simple, aunque la respuesta arda:
¿te atreverás a moverte,
o seguirás pagando el precio de quedarte donde estás?

por: Betzaida De Jesús