Me detengo en la nada y contemplo todo. Desde el amanecer en mi ventana, hasta el atardecer en una playa. Las personas caminando tan aprisa en la ciudad y los ancianos disfrutando la arena en sus pies o la calidez que emana el sol al ocultarse. Las miradas atónitas de ver cómo hacen fila en un mall para llevar a sus mascotas a ver a Santa Claus y los niños en los albergues sin abrigo esta navidad. A veces escucho que los pobres se quejan de que el pan está mal repartido y a veces, solo a veces les doy la razón. Porque yo viví en esa sombra, en esa esquina que no te deja ver qué hay algo más que solo vivir lamentándose de su desdicha. Hay esperanza y hay personas de gran corazón haciendo cambios en el mundo, pero nuestro intelecto nos lleva a degustarnos la vida de los artistas o ahora influencer en el TikTok, que mirar el canal de YouTube de alguien que está donando su tiempo y dinero para pay it forward, y crear una revolución de amor y ayuda a los más necesitados. Están siendo mal influenciados por la TV y la internet y no nos importa, porque nos distrae de la miseria en que vivimos. Nacer en necesidad es una cosa, permanecer en ella después de adultos es completamente nuestra responsabilidad. Si existen seres que nos han hecho el camino, que no es de rosas, pero se puede transitar, porque conformarnos con tener libres los fines de semana, para odiar el resto de semana? Sinceremos con nosotros mismos, hagamos algo de valor, para nuestras vidas, para el mundo entero. Dejemos un legado, dejemos una huella, agrandemos el camino para que otros también puedan transitarlo. Creemos paz, en este mundo, donde hay más lobos y maldad, que esperanza y amor. Hagamos una revolución de afecto, de positivismo, de energía, de satisfacción, de logros, para crear un mundo mejor.
H.G.
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