Y me enamoré…
Me enamoré del latir de mi corazón desesperado ante la injusticia. De los sentimientos encontrados en cualquier esquina.
Me enamoré de cómo se siente la brisa, cuando acaricia mis mejillas y de cómo él despertar me regala un día más lleno de vida.
Me enamoré de los momentos, tristes que me dejan a escondidas, tratando de ocultar mi dolor, mi melancolía. También de los momentos llenos de risas, en familia, con amistades y hasta en mi propia y sola compañía. Me enamoré de mi y de mi sentir por la vida.
Tratando a veces de no pensar lo que a diario vivo, analizando sin explicación. Variando las consonantes para que suene mejor, articulando y desarticulando, nadando en un mar de preguntas sin explicación. Creando un laberinto para esconderme mejor de las derrotas pasadas que causan tanto dolor.
Me disfrazo en mi, para no reconocerme, pero a la misma vez amarme por no ser la misma de ayer. Aquella que le temía a todo y a todos. Aquella que nada le era posible y se rendía antes de empezar tan siquiera a pensar en posibilidades que eran absurdas, en ese entonces.
Y secando lágrimas y curando cicatrices, me levanto sin valor, pero con ansias de un día mejor. Y observando en el espejo esa que un día era irreconocible, me percato de algo familiar. Y ese día me enamoré, me enamoré de la posibilidad de abrir mis ojos a la vida y a su resplandor.
Hizay Giza
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