La Navidad no nació para las compras, ni las prisas, ni la competencia silenciosa de quién tiene la casa más llena o la vida más perfecta.
La Navidad nació como un acto de amor hacia la humanidad.
Según la historia, celebramos el nacimiento de Jesús, un niño que llegó al mundo no en un palacio, sino en un lugar humilde, recordándonos que la grandeza no necesita lujos, solo propósito.
El origen de esta fecha nos invita a mirar hacia dentro:
Reconocer lo divino en lo sencillo
Entender que siempre hay esperanza, incluso en los comienzos más pequeños
Recordar que la luz no busca atención: solo ilumina
Hoy no celebramos regalos.
Celebramos la oportunidad de volver a amar.
Y desde nuestros hogares podemos honrar ese espíritu con acciones pequeñas pero eternas:
Agradeciendo por quienes tenemos cerca
Abrazos, conversaciones honestas, silencios compartidos. Eso también es oración.
Sirviendo a otros
Un plato de comida, una llamada, un mensaje sincero, una visita que alguien necesitaba.
Servir no requiere dinero, solo corazón.
Siendo luz donde alguien siente oscuridad
A veces una simple palabra puede salvar un día entero.
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